Agapito enciende la radio y se da con la sorpresa de que anda desconectada. Se para del sillón y con sus pantaloncillos se dirige hacia el enchufe. Lo sostiene con miedo, pero no tiene de otra: tendrá que enchufarlo para que su madre no se aburra cocinando y él pueda comer el estofado de los Lunes y después de hacer sus tareas, salir con sus amigos a jugar, luego acostarse temprano para poder despertarse temprano y no llegar tarde a su escuela y que le manden más tareas para el día siguiente.
Agapito introduce los dientes del enchufe en los agujeros correspondientes y desaparece. Fue absorbido por los agujeros. Nadie sabe a dónde se fue. Su madre piensa que lo desobedeció y salió a jugar con sus amigos sin haber comido, siquiera sin haber hecho sus tareas.
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1 comentario:
pobre, Agapito... aunque pensándolo un poquito, vivió una experiencia única y maravillosa; cosa que pocos podrían afirmar con humildad.
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